15 Escondido


© José Manuel Alfaro


Así no se pueden pasar las noches de toda una vida, me dije, intentando dormir un rato, para apaciguarme, hasta que el sueño se me iba del todo. Casi eran mejor cuando oía el aviso, tres golpes seguidos en el portón trasero del patio, que retumbaban en toda la casa. Porque los que sabían de mí me avisaban en cuanto llegaba al pueblo un extraño, aunque no fueran los Civiles. Entonces, saltaba de la cama sin pensarlo, cogía el atillo y la escopeta y subía al monte a esconderme, hasta que en los tendales de La Parraguesa dejaban una sábana blanca, como señal, oreándose. Solo después de avistarla tres días seguidos, bajaba y entraba en la casa, que se me fue haciendo cada vez más grande y oscura, y donde nunca pude mantener animales, por las escapadas, y se pudría todo en la huerta y, si cuadraba, se pasaban las cerezas en la cereixeira sin que pudiera yo subir a recogerlas. Y esto no fue un año, ni dos. Esto duró toda la vida. 
   Y eso que yo no he hecho nada malo. Yo no la tiré al pozo; a la niña, ni la toqué siquiera. Lo saben bien quienes me conocen, que no la toqué siquiera. Pero el amo me acusó en seguida, con tanto empeño, que casi el pueblo entero salió en busca mía con escopetas, hazadas y perros, cuando hasta la abuela de la pobre niña me dijo que huyera, que me fuera a vivir lejos de la hacienda, y que anduviera atento, que la persecución no iba a terminar nunca. Porque ella sabía bien lo que pasaba, y que al amo nadie se le enfrentaría.


Desde que decidí no volver a la casa va todo mejor; y bajo esta cúpula verde que no abandona la niebla ni en la hora punta del día, he encontrado el sosiego. Además, sé que a cierta distancia, esta reunión de árboles viejos entre los que me escondo, impresiona; ni a los lobos he visto acercarse, les asusta el eterno murmullo que se traen, el eco de tantas palabras cortadas, que rebotan y se deshacen en esta maraña de raíces, y al que yo me he ido acostumbrando poco a poco, ahora que estoy tan solo, sin nada que cuidar más que la vida.


© Manuel López Rey

Comentarios

  1. Magnífica. Te has superado Manuel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, artista. Sin tus fotografías nunca podría haber escrito estas historias. Visita mi blog (manuellopezrey.blogspot.com), donde publiqué la descripción y dime qué te parece. Besos.

      Eliminar
  2. Que maravilloso relato, que es triste y larga la vida, cuando uno es perseguido injustamente, sin derecho a la defensa, maldito dinero trae poder ensucia el alma y corroe la mente, mejor viviríamos sin él.............creo que lo leí muchas veces y cada vez me acerco a, la realidad de los hechos y a la verdad...........saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Norma. Me alegra verte por aquí. Un abrazo grande desde España.

      Eliminar
  3. Cualquier lugar es válido para ubicar nuestro templo donde encontrar el sosiego que nos aporta esa verdad que se nos niega, que nos protege de los embusteros lobos con los que esta sociedad nos obliga a convivir. Buen relato Manuel. La soledad bien compartida es la mejor compañera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Oscar; me alegra que te haya gustado, y me gustaría que leyeras la entrada que te he enviado por mensaje de Facebook; luego vuelve a leer el relato y cuéntame qué presientes que realmente pasa con el personaje. Saludos.

      Eliminar
    2. El tiempo siempre espera que las campanadas de la iglesia toquen a muerto. Un abrazo Manuel.

      Eliminar
    3. ¡De puta madre, Oscar! No se puede decir mejor sin destripar el cuento oculto. No sabes lo que me satisface que lo hayas visto. Gracias.

      Eliminar
  4. Felicidades, Manuel. Volver y hacerlo de esta forma, es todo un hermoso regalo.
    Un trabajo excelente, como no podía ser de otra manera.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Lorni. Para mí siempre es un regalo recibir tus comentarios.

      Eliminar
  5. ¡¡Preciosa fotografía!!
    Intrigante la foto y más si cabe el relato, muy bueno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. De eso se trataba, del misterio. Si no conoces mi blog te invito a que visites manuellopezrey.blogspot.com donde escribo sobre la primera impresión que me producen las fotos que me envía Alfaro; esa primera impresión es la que modula la historia que luego quiero escribir. A veces lo consigo (jajajaja). Saludos.

      Eliminar
  6. Como dice Luciano, la foto es maravillosa e intrigante. Como la historia que nos cuentas. He leído en tu blog, donde explicas que esta foto te recordó a "Pedro Páramo" de Juan Rulfo. Y dándole vueltas, creo que he entendido por fin el relato. Y como soy menos educado que Oscar yo sí voy a descubrirlo (Para eso están los comentarios ¿No?). Pues creo que el personaje de la historia, el que nos habla, en realidad ya está muerto y enterrado bajo los árboles ¿Es así?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, Rasta, así es. El personaje que nos habla ya está muerto y bajo los árboles; pero la frase final supone un contrapunto que puede hacer pensar otra cosa. En cualquier caso, el lector que no perciba que el personaje está muerto, tampoco pierde nada de la historia. Esa ambivalencia es la que tomo del genial Rulfo. Gracias y saludos.

      Eliminar
  7. Imponente. La foto y la historia. Dan escalofríos. Felicidades por el trabajo

    ResponderEliminar
  8. Vitaliano Perez Arnaiz5/3/14, 20:01

    La foto y el relato son puro realismo mágico. Maravillosos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Vita. Un placer encontrarte por aquí. Me alegra saber que te gusta lo que hacemos. Saludos.

      Eliminar
  9. Tanta angustia sólo puede acabar así, como en tu relato. Muy bueno.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario